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Betina Pietro – Cable a Tierra

 

Betina  Pietro trabaja  desde chica en la construcción de los cimientos de su obra cuando aún no podía ponerle ese nombre.  Quizás tampoco aun lo haga porque a pesar de haber pintado y dibujado toda su vida, nunca se reconoció en un hacer obligado para un fin determinado sino que el complejo y exquisito mundo de las artes  plásticas le permitían -y aún le permiten- comunicarse con ese otro mundo más "real" al cual indefectiblemente nos vemos confinados. Así lo demuestran sus hojas de bocetos, sus cuadernos, donde vuelca, sin censura, sus impresiones. Con una fuerte presencia del dibujo y la ilustración, su obra delata a la diseñadora gráfica que intenta armonizar las pulsiones de un fluir primigenio muy conectado con temas  que se transforman en el devenir del tiempo pero que, bajo la mirada astuta, se revelan  intactos y vigentes camuflados detrás de una variedad de soportes materiales que se suman a la técnica de la artista para ampliar el panorama creativo. Pero volveremos sobre esos temas más luego, ahora es tiempo de hablar de la factura.

 

Nada en la obra de la artista queda librado al azar; aún los encuentros casuales y fuentes de inspiración circunstanciales, atraviesan un tamiz riguroso antes de quedar inmortalizados en la tela. Porque dejar que el entorno afecte la obra no es lo mismo que hacer de ella un terreno de lo aleatorio: la reflexión fundamenta las composiciones, siempre. Es así como Betina aborda cada serie disponiendo de una interesante amplitud de recursos plásticos y formatos donde la pintura y el dibujo se entrelazan con lo digital. Estar hoy por hoy alejado de las posibilidades estéticas, plásticas y creativas que habilita la tecnología, es  quedarse afuera de un universo que paulatinamente va echando raíces en cuanto terreno fértil pueda. Es una elección usarlo o no;   no es una elección desconocerlo. Ella se apropia de esas herramientas y las incorpora a su práctica como un recurso más, no evidencia la presencia de lo digital sino que la transmuta en la obra de forma tal que el espectador pierda el registro exacto de aquello que es pintura o un retoque en Photoshop.

 

Por supuesto, esto se potencia cuando incorpora la fotografía como por ejemplo en la serie Una tarde atípica donde la foto intervenida digitalmente hace causa comunión con el acrílico para transformar una escena típica de verano en territorio de lo imposible: la playa posa para la artista y sobre ella, Betina crea una historia donde todo parece encajar y sin embargo nada encaja. Aún así, se nos presenta verosímil. Lo digital también aparece reflejado en series anteriores como  Sobre las nenas 1 y Sobre las nenas 2 donde los caprichos tecnológicos se despliegan entre técnicas mixtas y collage sobre tela. Entonces la fantasía tiene rienda libre y las imágenes  inconexas de los relojes de arena, nubes, brújulas, globos terráqueos, lámparas mágicas, "power switch", entre otros, se precipitan en la obra formando un todo coherente.  Vale la pena hacer un alto en " las nenas", porque son quizás ellas una buena excusa para entrar en los temas que de forma insistente se sostienen condensando intereses vigentes a través de los años de trabajo: el juego y los juguetes, los objetos cotidianos, la niñez, la incipiente aparición de la figura femenina – ya pre-anunciada en las niñas- y el tiempo. Temas que no cierran sino que se retroalimentan y se dejan influenciar por un entorno fuente de estímulos permanente.

 

Y así se refleja en la serie Cotidiano donde los objetos se presentan como elementos preciados, regalados, encontrados en la cotidianeidad y que asisten creativamente a la inspiración; no hace falta salir a buscar nada, ellos se presentan solos y se hacen protagonistas de las escenas. Son los compañeros del dia a día, son testigos silenciosos del devenir de las vidas que los adoptan. 

 

El juego es también un ingrediente clave que atraviesa toda la obra de Betina. Los Juguetes nos acercan al mundo infantil y son estos “chiches” los primeros intermediarios con el resto del mundo. Pero también esos juegos-objetos pueden pasar al plano de los videojuegos vinculándose con otros trabajos y búsquedas: lo lúdico, la tecnología y ya en la actualidad, las redes sociales que cobran un rol importante en la construcción de la propia mirada a partir de la mirada del otro. Algunas obras planteaban ya esta preocupación, escondiendo en los obturadores de la cámara fotográfica pintada, una suerte de espejo, un rebote que devuelve un mirar-se a través del ojo ajeno.

 

La presencia de la mujer también se destaca partiendo de esas niñas cuya infancia despojada de prejuicios, atenta a la sorpresa, desintoxicada de mandatos, no es por ello ajena a un universo donde, sutilmente, se alude a cierto grado de violencia, evidenciando que no todo es cristalino y puro y eso induce a una reflexión por parte del espectador. La incomodidad psicológica se hace presente; la insinuación como disparador, lo evidente velado a simple vista. Quizás la serie Camino a mí habilita cierta lectura más literal cuando vemos esas figuras colgar de la nada, buscando hacer pie y sostener un equilibrio en un espacio-tiempo indefinido. Sin embargo el enfoque no busca la mirada compasiva ni tampoco el terror ante la caída, sino la esperanza de tocar tierra en un suelo “mejor”. En su serie más reciente, Dionisias,  la artista le restituye a la mujer –ya desde el título el cual evoca al Dios griego del vino- el lugar que le corresponde: el del sujeto, sin distinción de género. Como dijimos, se sostienen los intereses, mudan las formas.

 

Mujeres, tiempo, objetos y animales se plasman en los murales, otro de los soportes plásticos donde experimenta Betina. Allí se permite licencias creativas y hasta el chiste –un recurso permanente en toda su obra- hace acto de presencia no tanto para auto señalarse como tal sino para “esconder” guiños que no siempre es necesario que todos descubramos. Preguntas. Un encadenamiento de preguntas que sin respuesta alimentan la obra de Betina Pietro desde sus inicios. Y la esperanza de encontrar en su trabajo las respuestas, fue menguando con el tiempo y convirtiéndose en una suerte de cómoda incertidumbre, por paradójica que parezca. Porque al saber que no hay respuestas univocas, que se desconocen los fines ulteriores y deseos inconscientes, cuando se está convencido que se dice mucho más de lo que se cree decir, entonces algo se afloja internamente y habilita el fluir, el aflorar de lo desconocido. Ella transita ese camino donde no pide ni da respuestas porque no las tiene o no quiere darlas, porque intuye que no son nunca las correctas. Entonces pinta, silenciosa, atenta, tendiendo a través de su pintura un cable a tierra, llena de preguntas.

Lic. María Carolina Baulo

Septiembre 2019

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